Pecados de juventud
CORELLA BALLET CASTILLA Y LEÓN
Coreografías: «String Sextet» (Á. Corella / P. I. Chaikovski), “VIII” (C. Wheeldon / B. Britten), «Fancy Free» (J. Robbins / L. Bernstein).
Principales intérpretes: Ángel Corella, Natalia Tapia, Carmen Corella, Hermán Cornejo, Dayron Vera, Kazuko Omori.
Lugar: Teatro Lope de Vega, Madrid. Fecha: 3-VIII
Hace ya quince años que Ángel Corella dejó las filas del ballet de Víctor Ullate para probar fortuna en una de las grandes compañías internacionales: el American Ballet Theatre. Le hizo falta muy poco tiempo al artista madrileño para conquistar al público neoyorquino, que se enamoró enseguida de su baile luminoso, de su contagiosa energía y de su privilegiada técnica. Pronto Corella se convirtió en un ídolo y en punta de lanza de una compañía llena de estrellas.
En septiembre de 2008, Ángel Corella dio un paso al frente con la presentación —en el Teatro Real y nada menos que con «La Bayadera», un título de una extraordinaria complejidad para el cuerpo de baile— de su compañía, creada bajo el amparo oficial y económico de la Junta de Castilla y León. Han pasado casi dos años, y ahora ha vuelto a Madrid para una reválida en el teatro Lope de Vega, donde Corella quiere desafiar el éxodo canicular de la capital con tres programas en los que incluye, fundamentalmente, coreografías de creadores actuales, lo que echa por tierra la teoría de que el ballet clásico está muerto desde el punto de vista creativo.
El estreno ha mostrado luces y sombras, reunidas ambas en el mismo elemento: el cuerpo de baile, médula espinal de cualquier compañía. Y el Corella Ballet sigue tierno, y en esta función inaugural demasiado nervioso. Hay materia prima muy interesante, con solistas destacados como el cubano Dayron Vera o el argentino Hermán Cornejo, pero falta todavía el peso que sólo el tiempo puede otorgar a este prometedor conjunto.
A Corella, mascarón de proa del conjunto, tan sólo se le ve en la última de las coreografías, «Fancy Free» (que mantiene intacta su frescura); quiere con ello el madrileño, seguramente, ceder el protagonismo a su compañía, pero quizás sería más justo para el público que su presencia en escena —al fin y al cabo es el principal reclamo de la compañía— fuera mayor. En la pieza de Robbins se muestra como lo que es: un artista comunicativo y un bailarín brillante y singular.
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